viernes, 20 de marzo de 2015

1.2. Lo que duele a los solteros: Haciendo malabares



Venimos de aquí: 1.1. Lo que duele a los solteros: Sus pensamientos y sentimientos: http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/03/11-lo-que-le-duele-los-solteros-sus.html

Aunque vivimos rodeados de todo tipo de personas, razas, etnias y nacionalidades, en nuestro interior únicamente solemos hacer dos tipos de distinciones: solteros y casados (o con pareja). Ni ellos ni nosotros tenemos culpa de estas circunstancias. Eso tenemos que tenerlo claro. Muchas veces pensamos que quizá las parejas no deberían mostrar ninguna muestra de cariño en nuestra presencia por el hecho de que a veces nos afecta. Ni mucho menos debemos culparlos; si estuviéramos en la misma condición que ellos seguramente actuaríamos de la misma manera, sin que hubiera nada de malo en ello. Aún así, añado un matiz: Teniendo en cuenta que la privación del contacto físico “piel con piel” es una de las carencias más duras que suele experimentar el soltero, agradeceríamos que los matrimonios y los novios lo tuvieran en cuenta cuando estén delante de nosotros para evitar ciertas expresiones de cariño sumamente efusivas. 

Cuando todo se reduce a “hombres y mujeres y viceversa”
He aquí una escena clásica, de nuevo relativamente cómica: Vas caminando por la calle y te cruzas con un viejo amigo que no veías hace mucho tiempo. Te cuenta cómo le va la vida, que está casado, que tiene dos niños, etc. Tras narrarte su propia experiencia, te pregunta: “¿Y tú qué, tienes novia o estás casado?”. En ese preciso instante el corazón comienza a latirte a 9000 pulsaciones por segundo y te recorre una gota de sudor frío por toda la espalda que parece paralizarte. Te acaba de tocar la fibra sensible, tu punto débil, así que “tratas” de argumentar: “No, es que todavía no ha llegado la mía.., está la cosa muy mala.., no hay nada a la vista.., estuve con alguien pero no funcionó...”. Mientras, el sudor sigue cayendo..., balbuceando, tratas de defenderte, porque en el fondo sientes la obligación de hacerlo. Está en juego nuestra masculinidad o feminidad, según sea el caso. “¿Qué pensará esta persona de mí por estar sólo? ¿Qué soy un bicho raro? ¿Incluso puede pensar que soy de la otra acera? Al final, transcurridos pocos segundos, le cambias de tema: “¿Y qué, qué te pareció el partido del Real Madrid el otro día? ¿Has visto en el cine la última película de Tom Cruise? ¿Dónde estabas el 11-S durante los atentados de las Torres Gemelas? ¿Y el día que asesinaron a Kennedy? ¿Crees en los marcianos?”. Lo que sea para cambiar el curso de la conversación. No sabes cómo salir del apuro. Rehuyes la situación como bien puedes ya que te incomoda en grado sumo.
En estas situaciones que se dan, te sientes diferente entre tantas parejas. Son momentos en los que, aunque te traten como uno más y seas parte de ellos, ante ti mismo pareces un extraño fuera de lugar. Parece que hay un “club” realmente especial, en el cual, por mucho que hagas, no puedes entrar. Por todo esto, se llega a tal extremo que la persona que pasa de “estar sin pareja” a tener “su compañera” siente un gran alivio. Desde luego que experimenta la euforia del enamoramiento, pero también que ha salido, por fin, del club de los “leprosos”. Ya no siente esa “marca” invisible sobre su alma.
Todo esto que estamos viendo les conduce a muchas personas a sentirse muy presionadas interna y externamente, de tal manera que se ven empujadas en cierta manera: 

- A precipitarse al matrimonio, lo cual les conduce a una mala elección por las prisas que, como dice el refrán, “son malas consejeras”. Consideran que el paso del tiempo es un factor que va en contra de sus deseos y creen que es ahora o nunca. Esto les lleva a hacer caso omiso a las sirenas de alarma que les dicta la propia conciencia y que les advierte de que algo no va bien desde el noviazgo. Termina en fracaso porque quieren encajar vidas que apenas tienen nada en común y caracteres incompatibles o que no se complementan.

- A buscar entre los incrédulos aquello que no encuentran entre el pueblo de Dios, creyendo que será la la panecea a la soledad que experimentan en sus carnes. En la mayoría de los casos termina por convertirse en un drama ya que la ética, el estilo de vida, los valores, la manera de pensar y de sentir, las maneras de afrontar los problemas y las crisis (tanto personales como de pareja), la “cosmovisión”, la mayordomía en general (amistades, uso del tiempo y de los dones, del ocio y las aficiones, del dinero, etc.), suelen ser muy diferente entre el cristiano (si verdaderamente lo es) y el incrédulo. Será una mesa que siempre cojeará por algún lado, como veremos en otro capítulo. Aunque haya casos en que el cristiano considere la relación como sentimentalmente satisfactoría y su pareja sea una persona íntegra, no será plena en otros aspectos de suma importancia.

La desilusión que llegan a sentir tras andar por estos dos senderos es dificil de describir con palabras. Son presas de un círculo sin salida: Sueño. Anhelo. Deseo no satisfecho. Tristeza. Frustración.

Comentarios y expresiones hirientes 
Para rematar, están los comentarios que nos afectan. Si hay una palabra en concreto que destaca por el dolor que produce es la de “solterón/solterona”, se use en el tono que sea. Muy pocos permanecen solteros por propia elección, y eso deberían saberlo quienes califican a otros usando esa clase de adjetivos (curiosamente, suelen ser los mismos que años atrás, cuando no tenían pareja, se ofendían cuando les calificaban de esta manera; Es como si ya se hubieran olvidado de qué es lo que sentían).
Nada de esto es nuevo, sino que procede de la misma antigüedad. Ya en el siglo VII a. C., el mismo Licurgo, legislador de Esparta, consideró la soltería un delito y estableció por ley que todo aquel que no se casara debería ir desnudo hasta que lo hiciera. Cientos de años después, el emperador romano Augusto le negó la herencia a los solteros. Y, actualmente, en China a las solteras de más de 30 años se las llama “sheng nu” (las “sobras”).
Hay expresiones que, aunque estén dichas sin ningún tipo de mala fe (y por lo tanto no es un reproche por mi parte, puesto que lo que quiero es concienciar), suelen afectarle muchísimo a un soltero: “Se te escapa la vida”; “Se te va a pasar el arroz”; “Para cuándo, que ya es hora”. Si encima algunos se ríen en tu cara, apaga y vámonos: “Debes ponerte coqueto para que se fijen en ti, que se te va a escapar la juventud; ahora es el tiempo”; “No te preocupes que en el asilo conocerás a muchas jovencitas”; “Vamos a hacer una cadena de oración mundial para que el Señor te envíe una esposa”; “Algo raro debe haber en ti cuando no encuentras a nadie”. Y, por último, la repetitiva frase: “Te voy a buscar una novia”, que añade a tu ser un sentimiento de inutilidad, como si no pudieras buscártela por ti mismo. Personalmente, hace mucho tiempo que muchas de estas frases dejaron de ofenderme, pero eso no significa que me agraden o me hagan la más mínima gracia. Y así piensa y siente la inmensa mayoría de los solteros, a los cuales les afecta en diversos grados.
Respaldo las palabras de John Macarthur: “La gente que es soltera cuando acepta a Cristo debe saber que es bueno que se quede así. No hay necesidad de apresurarse a casarse. Sin embargo, muchos cristianos de buenas intenciones no están contentos con dejar que se queden solteros. Las ganas de hacer de casamentero pueden ser fuertes, pero los cristianos maduros deben resistirlas. El matrimonio no es necesario o superior a la soltería”[1]. ¿Te imaginas estas palabras de María a Jesús?: “Maestro, mi hermana Marta está soltera. Es buena cocinera y trabajadora. En ocasiones se afana demasiado, pero en el fondo es porque tiene instinto de madraza, y es muy simpática. ¿No te gustaría conocerla? Si quieres os preparo una cita para esta noche”.
Si a todo esto le añadimos las palabras de los padres que recalcan cuánto les gustaría ver a su hij@ casad@ para así tener nietos, el peso resulta por momentos abrumador.
Por eso creo que, cuando una persona se vuelve reiterativa con este tipo de comentarios hacia tu persona, debes hablar en privado para expresarle cómo te sientes cuando se declara en esos términos y pedirle el favor de que no los vuelva a repetir. Eso siempre es mejor que llenarse de rencor hacia él: “No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado” (Levítico 19:17).

Causas de la soltería
Llega el momento en que te cansas de que te digan que te fijes en tal o cual persona. En el deseo de ellos de emparejarte, cada cierto tiempo vuelven con la misma cantinela. Puede que haya llegado el caso de que te hayas fijado en el chico o la chica del que te hablaron insistentemente –e incluso has llegado a conocerl@, pero no has sentido nada en tu interior ni te ha llamado la atención. Así de extraño y de misterioso es el corazón. Parece tener vida propia. Y resulta difícil conocer sus motivaciones.
Como reseñé en la introducción, un autor señalaba en un escrito que la causa principal de que una persona permanezca soltera es el egoísmo. Esto es toda una difamación sumamente ofensiva. Nadie se debería permitir el lujo de despreciar a un soltero de esta manera. Aquellos que critican con este tipo de comentarios a los solteros no suelen analizar las verdaderas razones de su estado. Por eso los tildan de anormales, egocéntricos, irresponsables, inmaduros y antisociales, como si todos los solteros fueran iguales y formaran una plaga que hay que exterminar. Creen que lo único en lo que piensan es en sí mismos, en el dinero y en el look personal, cuyo mayor placer es poder estirarse como holgazanes en la cama sin que nadie les moleste, cambiar a su gusto el canal de televisión, centrarse en sus hobbies personales, estar siempre con los amigos de un lado para otro en distintos viajes de placer, etc. En definitiva, hacer siempre lo que les viene en gana en una vida hueca, vacía y sin propósito. Este tipo de ideas funestas provoca que algunos solteros que no tienen las ideas claras sobre sí mismos se sientan inferiores o desgraciados.
 ¿Qué les digo a aquellos que tienen esta visión tan distorsionada de los solteros? Sencillo: Al igual que hay infinidad de seres humanos que permanecen con buena salud hasta que fallecen y otros que viven enfermos desde que nacen (si es que nacen), hay circunstancias en la vida que te llevan a casarte y otras que te conducen a permanecer/estar soltero. Las variables dentro de esas circunstancias, las causas y las historias de trasfondo son prácticamente infinitas e incontrolables, tantas como personas han pasado y pasarán por este mundo. Cuando decimos que los caminos del Señor son inescrutables, es que realmente lo son (cf. Romanos 11:33). Como siempre digo, cada persona es un mundo y no podemos encasillar a nadie. Hacer un juicio total sobre el conjunto global de los solteros es un grave error. También nosotros descansamos en el Señor. ¿Capisci?
Aunque hay muchas razones más (que analizaremos en “Cuando el problema está en el soltero”), las razones elementales por las cuales muchas personas no están casadas son muy básicas y sencillas de describir:

1. No han encontrado a la persona que consideran adecuada para pasar juntos el resto de la vida.

2. Aunque se enamoraron de alguien, la otra persona no se enamoró de ellos.

3. La otra persona se enamoró, pero los sentimientos no eran compartidos.

4. Aunque ambos creían estar enamorados, en el tiempo que estuvieron conociéndose profundamente se dieron cuenta de que no eran el uno para el otro y decidieron no dar el paso. No lo vieron nada claro o realmente no se amaban al nivel que exige el pacto matrimonial. En este caso, no casarse fue un acto de madurez.

5. No todos los seres humanos tienen los mismos deseos y necesidades emocionales, ni sienten el profundo deseo de hallar una pareja sentimental. Disfrutan plenamente de la vida que tienen como hijos de Dios tras haber aprendido en el camino. Únicamente la aparición de un gran amor por una persona les puede llevar a querer cambiar este estilo de vida.

6. Han sido heridos sentimentalmente de forma reiterativa y están cansados del esfuerzo que tuvieron que hacer para recuperarse: Rupturas dolorosas o traumáticas, varios rechazos, relaciones tormentosas o sumamente negativas, abandonos inesperados, desilusiones repetitivas, etc., son algunos ejemplos. A nivel emocional, sufren en sus carnes algo semejante al experimento de Pávlov, con su “ley del reflejo condicional”. Al igual que el fisiólogo ruso demostró que los perros comenzaban a salivar cuando hacía sonar un metrónomo justo antes de darles de comer, las personas que han sufrido en varias ocasiones en términos amorosos pueden llegar a sentir cierta animadversión al simple hecho de pensar en un nuevo intento para conocer a alguien del sexo opuesto con intenciones románticas. No es que tengan heridas sin sanar (ya fueron curadas), sino que padecen una especie de apatía emocional por el efecto “Pávlov”. Se les hace un mundo darse a conocer y recorrer el mismo camino porque temen que la agonía se vuelva a repetir. De ahí que se les haga tan pesado volver a contar las mismas historias, su vida pasada, sus gustos, sus aficiones, quiénes son, a qué se dedican, etc. Les cuesta la misma vida ilusionarse, y al hablar se sienten como un disco rayado que no transmite emoción.

7. Si en el caso anterior las heridas sí fueron sanadas, en esta ocasión no es así. En consecuencia sufren lo que yo llamo “alexitimia sentimental”. La alexitimia por sí sola es la incapacidad de reconocer y describir las emociones propias y ajenas. Si lo llevamos al plano sentimental que quiero describir, sería la incapacidad de sentir afecto, ternura, cariño, amor, etc., por otras personas. En cierta manera, se endurecen, ya que levantan un muro en su corazón para que nadie más les dañe. Tampoco sienten las muestras de afecto que otros les regalan, sean abrazos, besos o palabras cariñosas. Sus heridas son tan profundas que sus emociones están embotellados y llegan a experimentar la anhedonia, que viene a ser también la incapacidad de experimentar placer y la pérdida de interés por las diversas actividades de la vida. Es necesario afrontarlo; de lo contrario se puede volver crónico. Hasta que no sanen el corazón se sentirán vacíos, sin vida. Muchos solteros se han sentido así en alguna ocasión. Necesitan a Cristo más que nunca y la tierna compañía de amigos que los quieran con pasión.

8. Otros sienten que son el patito feo y que nadie quiere estar con ellos. Para ellos, su vida de adultos es como el patio del colegio: observan que para jugar primero escogen a los mejores. Sólo al final eligen a lo peores porque no queda más remedio. Esto les lleva a creer que no son “buenos partidos”.

9. Y, por último, aquellos que, en algún momento de sus vidas, creyeron que la voluntad de Dios para ellos era permanecer solteros. Estos se sienten satisfechos al estar plenamente centrados en objetivos laborales, humanitarios y espirituales. Estos son los que se preocupan de agradar al Señor por encima de todas las cosas (cf. 1 Corintios 7:32)[2]. El ejemplo por excelencia de Alguien que se hizo eunuco a sí mismo es Jesús. ¿Por qué Jesús no se casó ni formó una familia? Por un lado, no era parte del plan divino ni de la voluntad del Padre. Y por otro lado, si el ser humano ha convertido en una “diosa” a una mujer llena de sencillez como fue María, ¿cuánto más hubieran hecho con una posible esposa de Jesús? Y si hubiera tenido descendencia como nos muestran en el libro herético “El Código Da Vinci”, a saber qué hubiera pasado tras este acontecimiento. Dios, conociendo el carácter idólatra del ser humano, nos evitó este problema.

Tipos de solteros
Los motivos que hemos descrito conlleva que se den determinados tipos de solteros:

1. Aquellos que siguen deseando casarse, independientemente de la edad que tienen en el presente. Algunos aceptan su condición actual relativamente bien y otros (anhelo que los menos) viven con cierta amargura, e incluso pueden llegar a sentirse miserables. Realmente desean con todo su corazón encontrar pareja y poner en práctica todos esos sueños que rondan por su mente con asiduidad. Desean experimentar ese amor profundo que se siente al perderse en los ojos del otro. Sueñan con ese día en que le/s piden de la manera más romántica posible la mano a su pareja para comprometerse en matrimonio. Anhelan aparecer por casa con un ramo de flores y una caja de bombones para su amada. Quieren robarle un beso furtivo a su esposa tras descubrir una notita de amor que le han dejado bajo la almohada. Y, por supuesto, desean formar una familia con varios hijos (aun sabiendo de los obstáculos que se encontrarán en el camino) y disfrutar de ellos con detalles tan sencillos pero hermosos como darles un baño, envolverlos luego en la toalla o escucharlos decir “papá” o “mamá” (para este tipo de soltero, el “día del padre” y el “día de la madre” son duros).
Aún con todos sus deseos e intentos, nada ha fructificado hasta el día de hoy.

2. Aquellos que, en este preciso instante, no tienen el deseo de contraer matrimonio, sea por alguna mala experiencia pasada o porque no creen que sea el momento adecuado para hacerlo. Posiblemente, tarde o temprano, el interés retornará.

3. Aquellos que, por un lado, ya no desean casarse ni formar una familia. Por una o varias razones, perdieron las ganas. Y por otro, creen que es la voluntad de Dios para ellos.  
Durante muchos años tuvieron el deseo, pero desapareció en algún momento del camino. Fue una etapa que quedó atrás. Ahora se centran en otros aspectos de la existencia y no se dejan intimidar por aquellos que les dicen que sus vidas están limitadas. Se esfuerzan en que su existencia sea plena para el Señor, lo cual no significa que su caminar sea sencillo –porque para nadie lo es. Tampoco hacen que su reloj gire en torno al hecho de no tener pareja. Y no por ello están amargados ni viven en las cavernas de la soledad. Tampoco arrastran una herida abierta como algunos piensan. Esto no quita que, en situaciones muy particulares y algunos días al año, les invada cierta melancolía ante el recuerdo de sueños pasados ya que sus corazones no son un témpano de hielo, aparte de que reconocen sin tapujos lo hermoso que tiene que ser el interés recíproco por otra persona, con el afecto que implica ser parte de la vida de otro en todas las facetas: mental, sentimental, deseos de bienestar, estado de ánimo, etc.
Hay algo que tienen muy claro: le piden a Dios que, en su condición, los use humildemente en la sencillez y siga haciendo su obra. Tampoco ven la soltería como un castigo Suyo o una acusación velada por Su parte de falta de fe de los solteros. Me cansa hasta el hartazgo todos esos mensajitos que se ven en las redes sociales cristianas donde dan a entender claramente que depende de la fe de cada uno que Dios nos envíe una esposa, cuando realmente depende de Su voluntad.
Esto no significa que crean que están solteros porque no exista la “ayuda idónea” para ellos –y viceversa (cf. Génesis 2:20), porque pensar de esa manera sería arrogante. Lo que creen es que, por distintas razones, “funcionan” para el Señor y su obra mejor como solteros, como afirma Pablo en 1 Corintios 7:32.
Para concluir la descripción de este tercer tipo de soltero, quiero explicar la razón por la cual he puesto “creen que es la voluntad de Dios para ellos” en lugar de “saben”. Conocer los designios del Altísimo en detalles muy concretos de la vida no siempre es sencillo, y esto incluye el que concierne al estado civil. Por eso hay personas que “creían” que el deseo del Señor era que permanecieran solteros y el tiempo les demostró lo contrario, ya que terminaron contrayendo matrimonio. Así que es complejo ser dogmático al respecto y afirmarlo con total seguridad.
En mi caso personal, me considero parte de este tercer grupo desde la segunda mitad de 2010. Tengo mis propias evidencias que apoyan mis conclusiones. Y añado una pequeña anotación: aunque he pasado por varios de los puntos señalados en “causas de la soltería”, a día de hoy también me identifico con los que han sufrido el experimento de Pávlov del que hablamos líneas atrás.

Para terminar, quiero dejar muy claro que el hecho de no estar casado no es el incumplimiento de ninguna promesa por parte de Dios. Dice Zoricelis Dávila en su libro “Felizmente solteros”: “Yo estoy segura de que si te enfocas en vivir tu vida para Dios y agradarle a Él, se cumplirá la promesa del salmo 37:4, que dice que te deleite en Jehová y él te concederá las peticiones de tu corazón”. Siento tener que rectificarla. ¿Es que el que permanece soltero es a causa de que no se deleita lo suficiente en Dios? Tal exégesis del texto y del conjunto de las Escrituras es una temeridad. Lo único que provoca esta interpretación del pasaje bíblico es que el creyente se sienta además culpable. La idea de Zoricelis parte de un error hermenéutico: “Si algún deseo no se cumple, por muy noble y hermoso que sea, es porque no es la voluntad de Dios. Él tendrá razones que nosotros no alcanzamos a comprender. Al igual que los Proverbios, los Salmos muestran en muchas ocasiones la fe del escritor en un Dios soberano, pero no un listado de promesas que Él hará realidad”[3].  

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[1] Macarthur, John. El dilema del divorcio. Mundo Hispano. P. 75.
[2] También habría que decir que, dentro de este grupo hay un tanto por ciento (aunque bajo) cuya causa de su soltería es la creencia de considerar incompatible (bajo su punto de vista) la vocación con la formación de una familia propia. Excepto casos muy concretos, no creo que sea imposible unir ministerio y familia. Tenemos miles de ejemplos en todos los pastores del mundo que están casados. Es más, tienen un apoyo, un sustento y una ayuda inestimable en su compañero sentimental. Pero también es verdad que tendrá que esforzarse con mayor ahínco para agradar tanto a Dios como a su cónyuge. Como todo en esta vida, tiene sus ventajas e inconvenientes.
[3] Guerrero Corpas, Jesús. Mentiras que creemos. Logos

2 comentarios:

  1. Gracias por compartir tu testimonio como ejemplo para otras personas.

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  2. Gracias de corazón a ti por leerlo y por tus palabras. Espero que ayude a quien lo necesite. Bendiciones.

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