Aunque este artículo está encuadrado
dentro de la etiqueta “películas para reflexionar”, señalaré que no es recomendada
para todo el mundo: Hasta el último
hombre (ganadora de multitud
de premios, entre ellos dos Oscar al mejor montaje y sonido, y dirigida por Mel
Gibson –el mismo de La Pasión De Cristo-).
Y digo esto porque, al ser un largometraje basado en una historia real
sobre la 2ª Guerra Mundial, contiene escenas de combate bastante crudas, al
estilo que ya se mostraron en Salvar al
soldado Ryan, por lo que puede herir la sensibilidad. Por lo tanto, no es
aconsejable que la visualicen aquellas personas que les pueda afectar
especialmente dichas imágenes, ya que resultan bastante desagradables. En mi
caso, la vi porque me interesaba sobremanera la premisa, pero tuve que apartar
la mirada con toda celeridad en varias ocasiones. Aunque no la veas, puedes
leer estas líneas para conocer una gran historia y aprender algunas lecciones prácticas
e importantes como cristiano.
La
razón de este escrito
Hecha esta matización, diré que, si
quiero escribir sobre la historia del sargento del Ejército de EE. UU,
Desmond
Doss (interpretado por Andrew Garfield), es para
llamar la atención sobre hasta qué punto ciertos cristianos –tanto católicos
como protestantes- se han mostrado intolerantes con el valor de esta película
por el hecho de que narra las vicisitudes de un Adventista del séptimo día, siendo sorprendentemente apreciada por
aquellos que no tienen ningún tipo de creencia religiosa. Difiriendo en algunos
asuntos importantes con ellos, me parece tristísimo, a la luz global de las
Escrituras, que se menosprecie la fe e infravalore la labor que llevó a cabo el
soldado en la contienda por pertenecer a este grupo.
Aunque
oficialmente desde el 2º Concilio Vaticano (celebrado entre 1962 y 1965) el
catolicismo romano considera a los protestantes/evangélicos como “hermanos
separados”, el católico de a pie los sigue llamando “herejes”, como he
comprobado en multitud de ocasiones y leído en muchas más. Por su parte,
incontables protestantes/evangélicos, aunque hablan de un intento ecuménico
bajo ciertas normas (entre otras, el reconocimiento a que la máxima autoridad
es la Biblia y no las palabras del Papa), califican con total convencimiento a
la institución romana como “La Gran Ramera” de la que se habla en el libro de
Apocalipsis.
Aunque
en público muestran buenas caras y parecen respetarse, la realidad descrita
fuera de los focos es la habitual entre dos de las ramas más representativas
del cristianismo. Ante esta perspectiva, no me extraña en absoluto el desprecio
mostrado ante la fe de Desmond Doss, al no calzar con ellos en
todos los detalles, presentándolo peyorativamente como un sectario.
Así
que, una vez más, el propósito de este escrito es abrir la mente de aquellos
que se muestran intolerantes para que puedan rectificar y cambiar. Con ese fin
en mente, y antes de lanzar sentencias y proclamas
populistas, analizaré algunos
detalles de la vida de Desmond:
- ¿Se
puede considerar a su grupo como cristiano o no?
- ¿En
qué aciertan y en qué yerran?
- Y,
por último, lo que considero más importante: pensemos lo que pensemos sobre las
creencias de las personas adscritas a esta fe en particular, ¿puede Dios
usarlos para el bien y para Su gloria?
¿Quién fue Desmond Doss?
El sargento Doss, queriendo servir a su
país en la contienda más terrible que ha experimentado este mundo, se alistó en
el ejército como objetor de conciencia en un pelotón de combate. Esto significa
que serviría como médico en el mismo frente de batalla socorriendo a los
heridos pero sin portar armas, ya que él quería salvar vidas, no arrebatarlas,
ya que sus valores –asentados en el mandamiento bíblico no matarás- se lo impedían. Analizado fríamente, era prácticamente
un suicidio, pero su sentido del deber estaba por encima de todo. Alegaba que no
podía quedarse en casa a salvo mientras que sus vecinos daban su vida por
liberar al mundo del eje formado por la Alemania nazi, el Imperio Japonés y el
Reino de Italia. Su fe, la Biblia que siempre llevaba y su negativa a portar
armas, le suposo la burla de sus propios compañeros y el acoso continuo de sus
superiores, que le llevaron a un consejo de guerra. Con todo, nada le hizo
retroceder y fue asignado al destacamento médico, 307ª de Infantería, 77ª
División de Infantería.
Tras lograr su objetivo de ir a combate
a cumplir la tarea que tenía en mente –salvarguardando sus creencias más
profundas-, fue destinado a la batalla de Okinawa (mayo 1945), en Japón, que
fue toda una masacre por ambos bandos (12.520 muertos y 36.631 heridos por
parte de los aliados, y 110.000 muertos por el lado japonés). Una vez allí,
salvó la vida a 75 hombres bajo un intenso fuego, muchos de ellos heridos de
suma gravedad, a los que, arrastrando o llevándolos en peso, los acercó al filo
del acantilado para hacerlos descender con cuerdas. Él mismo fue herido en las
piernas por la metralla de una granada y por un disparo en el brazo que le
fracturó el hueso, por lo que fue finalmente evacuado, recibiendo la admiración
de aquellos que previamente le habían insultado. Tras el final de la guerra,
fue condecorado con la medalla de honor por el mismísimo Harry Truman, el
presidente estadounidense. Aún hoy, años después de su fallecimiento (1919–2006),
su nombre es honrado en el Día de los
Caídos por los veteranos de guerra.
Adventistas del séptimo día
¿Quiénes
son los adventistas del séptimo día? Como apunté al principio, no soy uno de
ellos, pero tampoco caigo en el error que se suele cometer con muchos grupos,
donde se les desecha y etiqueta directamente como herejes sin saber qué piensan
y en qué creen. Si este es tu caso, citemos algunos de sus aciertos y de sus
errores a la luz de las Escrituras:
1.
Aciertos
- La
Escritura es inspirada y sin error; es la norma de fe absolutamente confiable y
definitiva.
- Dios
es el único Creador y Señor del universo; existe eternamente como la Trinidad
(Padre, Hijo y Espíritu Santo).
- El
Hijo eterno encarnado, completamente Dios y completamente hombre, fue concebido
y nació de la virgen María, murió en la cruz por nuestros pecados, resucitó de
la muerte, ascendió al cielo y un día volverá en gloria para juzgarnos.
- Para
ser salvos, nos arrepentimos, creemos en Cristo como ejemplo (por su vida) y
sustituto (por su muerte), y por su gracia, Dios nos declara justos y nos da
vida por el Espíritu para vivir en obediencia a los mandamientos de Dios.
- En
temas éticos, están en contra del aborto, del matrimonio homosexual, de las
parejas de hecho y de las relaciones sexuales prematrimoniales.
Cualquier
cristiano genuino con un conocimiento medio de la Biblia, sabrá que las
doctrinas citadas son las que se reflejan en ella, por lo que puede suponer
toda una sorpresa para algunos saber que los adventistas del séptimo día creen en lo mismo que ellos. Y recalco
a este sector en concreto –que es la rama más grande de las iglesias
adventistas-, haciendo distinción con el resto de ramas minoritarias de los
adventistas que rechazan la Trinidad, entre otras doctrinas cristianas.
2.
Errores
- Ellen
G. White (1827-1915) fue una profetisa en los inicios de dicha Iglesia y sus
escritos son complementarios a la enseñanza de las Escrituras.
- La muerte de las personas es un estado de
inconsciencia. Cuando Cristo regrese, los justos resucitarán a la vida en el
cielo. Después del Milenio, los impíos resucitarán solo para ser aniquilados.
- La
predicción de William Miller de que el “advenimiento” (la segunda venida) de
Cristo ocurriría en 1844 no se cumplió. Luego se interpretó como un hecho
celestial, no el regreso real.
- En
1844, Cristo comenzó su juicio para determinar quiénes de los muertos y de los
vivos son creyentes fieles, leales y obedientes a las leyes de Dios. Un
elemento esencial de esa obediencia es el descanso y los cultos de adoración
los sábados. Dios regresará cuando acabe la obra de este juicio.
Los desaciertos
nombrados son muy semejantes a los cometidos entre católicos y mormones (el
primero) y los Testigos de Jehová (del segundo al cuarto).
Una vez
que sabemos un poco más de ellos, ¿qué hacemos? ¿Por qué guardan el sábado –como
hacía el soldado Desmond Doss- en lugar del domingo, ya no son salvos? ¿Por
qué uno de ellos se equivocó en una predicción –la cual muchos creyeron y
creen- ya están condenados? Ni de lejos
creo lo que los “universalistas” afirman: que al final de los tiempos, Dios
salvará a todos, incluso a los ateos. Eso sería ir en contra de todo lo que Él
mismo ha enseñado a lo largo de la historia, porque es una herejía en
mayúsculas. Pero aquí no estamos hablando de eso, sino de personas que creen en
la Trinidad, en la plena divinidad de Cristo, en su doble naturaleza (algo que
a la propia iglesia primitiva le costó explicar en términos entendibles), en su
muerte expiatoria y resurrección, y en la salvación por gracia.
Me
entristece en demasía cuando sé de personas que tienen en su mente la idea de
que únicamente se salvarán ellos y su
iglesia, su congregación, su grupo, su ..., porque todos los demás que dicen ser cristianos –y que han
“nacido de nuevo”- están equivocados en diversas doctrinas, a pesar de que
éstas no afectan a lo verdaderamente esencial. ¿O es que Desmond está en el
infierno porque se negaba a comer carne? ¡Por favor, sandeces las justas!
¿Significa
esto que paso por alto sus errores? Ni mucho menos. ¿Qué aceptan los escritos
de Ellen G. White como complementarios a la enseñanza de las Escrituras? ¡Pues
habrá que enseñarles! En lugar de pasarla por alto, es aquí donde debemos
recordar la historia de Apolos: “Llegó
entonces a Efeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón
elocuente, poderoso en las Escrituras.
Este había sido instruido en el camino
del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo
concerniente al Señor, aunque
solamente conocía el bautismo de Juan. Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le
tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios. Y
queriendo él pasar a Acaya, los hermanos le animaron, y escribieron a los
discípulos que le recibiesen; y llegado él allá, fue de gran provecho a los que
por la gracia habían creído; porque con gran vehemencia refutaba públicamente a
los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo” (Hch
18:24-28).
¿Puede Dios usarlos para el bien y para Su
gloria?
¿Puede
usar Dios para sus planes y para hacer el bien a personas que no se ajustan
completamente a sus ideales y principios establecidos en la Biblia? Muchos
dirán que no. La realidad es que si incluso usa a los que no creen en Él (¿o es
que no hay hospitales, ONG`s y orfanatos promovidos y sustentados por
inconversos?), ¿cómo que no lo va a hacer con los que sí? Las Escrituras
enseñan una y otra vez que así es, y más aún cuando los individuos en cuestión
son creyentes, aunque difieran en algunos temas respecto a la enseñanza oficial,
y a
pesar de sus errores y limitaciones.
Por citar solo dos ejemplos bíblicos
entre los muchos que se podrían poner: si Dios usó a una burra para hablarle a
Balaam (cf. Nm. 22:28-30) y usó a Rahab la prostituta para esconder y
permitir la huida de dos espías judíos en la tierra de Jericó (Jos. 2), ¿cómo
no iba a usar a una persona que confiesa que Jesucristo es su Señor y Salvador, que vive en consecuencia a los mandamientos de Dios,
aunque esté errado en algunas cuestiones?
Si la salvación y la obra de Dios
dependiera de que nosotros –los seres humanos falibles e imperfectos- nos
ajustáramos al 100% a lo que Él enseña en Su Palabra, ninguno sería salvo y
ninguno haría nada que viniera del cielo. Sus planes están muy por encima de los limitados, intolerantes y
cuadriculados pensamientos humanos y de muchos cristianos. Menos mal que Dios es más misericordioso que
nosotros, porque de lo contrario seguiríamos más que perdidos.
Con
todo lo visto, a cualquier persona honesta no le quedará más remedio que
sentenciar que Dios usó a Desmond Doss para salvar a muchas
personas, testificar de Su grandeza y para Su gloria. El mismo se encargó de
darle todo el mérito al Señor y de enaltecerlo. Mientras miles de cadáveres
mutilados yacían alrededor y 20.000 soldados norteamericanos eran retirados de
la batalla de Okinawa por crisis nerviosas, allí estaba Desmond desarmado
orando: “¡Uno más! ¡Señor, ayúdame a
salvar a uno más!”. No
creo que muchos de nosotros fuéramos capaces de tener el valor de correr para
salvar a otros desinteresadamente en un lugar donde miles de balas volaban por
el aire y el hedor a muerte inundaba el alma del más fuerte.
Antes de mirar a nadie por encima del
hombro –lo cual no tenemos que hacer en ninguna circunstancia- o creernos
moralmente superiores, analicemos bien el trasfondo y la historia de aquellos
que creen en el mismo Dios que tú y que yo, e igualmente afirman la misma
Biblia, pero que no concuerdan con nosotros en cada una de las doctrinas
adyacentes. Puede que nos toque recapacitar.
Me encanta tu manera de pensar.
ResponderEliminarMe alegra saberlo :)
EliminarImpresionante. Gracias Jesus
ResponderEliminarGracias a ti por leerlo.
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