lunes, 5 de marzo de 2018

10.6.3. Los valores espirituales entre dos cristianos en una relación sentimental

Venimos de aquí: El conocimiento mutuo: Hombres y mujeres: distintos pero complementarios. https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2018/01/hombres-y-mujeres-distintos-pero.html

En lo que respecta a los valores personales, es sumamente importante saber qué piensa la otra persona en temas tan importantes como el dinero –y el uso de él-, o cuáles son sus metas en la vida, su vocación y, por supuesto, lo que transciende a todo esto: su relación con Dios. Es fundamental conocer estas áreas porque, tal y como piense, así vivirá.
Puesto que el deseo final de un verdadero noviazgo es el matrimonio (todo lo demás es pura inmadurez), deberás saber cómo sería tu vida al lado de esa persona. Quizá, al mirarla, seas consciente de cuánto le puedes aportar. Pero una relación es cosa de dos y, por lo tanto, tú también necesitas que te aporten. Al mismo tiempo, en los valores que posea se manifestará la esencia de su persona. Si ambos no poseen valores sanos y bíblicos desarrollados, aun siendo cristianos que han nacido de nuevo, esa relación estará condenada a la mediocridad o al fracaso. Además, ¿qué le inculcarán a sus hijos? Sería como pedirle a sus descendientes que leyeran cuando ellos no lo hacen. Y así en todas las demás facetas personales. Si uno está vacío por dentro, ¿qué podrá dar? ¡Nada!
Cuesta la misma vida convencer a alguien de que su pareja y él son antagónicos, y que esa relación no funcionará –tristemente es algo que no suele ocurrir hasta que la persona se da cuenta por sí misma- ya que:

- Sus principios y su forma de pensar son opuestas.
- No coinciden en casi nada: ni intereses personales, ni creencias, ni valores.

Todo ocurre fruto del deseo que se despertó, o esa mirada que encendió una chispa en el corazón. Por eso es lógico que, por haberse dejado llevar en el pasado por ese fuego inicial y habiendo olvidado el raciocinio, haya matrimonios en el presente donde ambos se sienten como presos en una cárcel de máxima seguridad.
Por eso te pregunto antes de que sea demasiado tarde: si no querrías entablar amistad con alguien con quien no tienes nada en común, ¿por qué habrías de hacerlo a nivel de pareja?

La vida espiritual
A veces he visto a amigos solteros del sexo opuesto que tienen más comunión en su vida espiritual que muchas parejas. Así que hablemos de este valor ya que es el más importante entre todos.
Una persona que viva según los valores de Dios lo supone todo. Supondrá un reto personal que guíe a crecer espiritualmente. Además, veréis y apreciaréis todos aquellos talentos y dones que Dios os ha dado para que podáis usarlos. Al fijarte en la condición espiritual de la persona que te atrae, observa si sus principios morales están basados en la Palabra: su forma de hablar, de sentir y de comportarse. Comprueba si en su corazón existe el deseo primordial de agradar a Dios con su vida allí donde esté, lo cual repercutirá sin duda en la relación de pareja.
Normalmente, la frialdad espiritual de uno consume el calor del otro. Si te aparta de tu relación con Dios es mala señal. Si te acerca al pecado, peor aún. Por eso debes prestar atención qué se manifiesta en él: el fruto del Espíritu o las obras de la carne. Ahí radica la importancia de conocer el valor que le concede a su relación con Dios. Se puede ser cristiano, nacido de nuevo, salvo, pero con una vida que apenas ha sido transformada.
Si pasas esto por alto, te encontrarás con situaciones concretas que afrontaréis de  maneras opuestas e irreconciliables. Por ejemplo, cuando haya problemas, uno basará la solución en las emociones efervescentes del momento y en los gritos, mientras el otro se sujetará a la voluntad de Dios en su forma de expresarse.
Es triste que haya tantas parejas cristianas que no compartan una verdadera unión espiritual y, si la tienen, es muy pobre. Sí, se amarán y serán cristianos, pero nunca disfrutarán de una total comunión entre ellos. Es trágico que nunca tengan una conversación sobre Dios y sus creencias más profundas, que no oren el uno por el otro, que se guíen por su propia ética o forma de pensar en lugar de por las enseñanzas de las Escrituras, o que no usen lo que han aprendido de la Biblia para enseñar, apoyar y restaurarse mutuamente cuando es necesario. Esa frialdad espiritual termina afectando al resto de áreas. Tremenda es la diferencia entre dos personas que tienen al Señor en el centro de sus vidas y entre aquellas en las cuales el Soberano es sólo un amuleto más que no afecta al día a día, o una religión sin vida que no cambia las circunstancias ni la manera de ver y entender la existencia. La misma Palabra es bien clara de las consecuencias: “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican” (Sal. 127:1).
La relación personal con Dios es innegociable. Ambos tienen que ser atalayas en la relación y proteger al otro de los peligros que puedan surgir, como por ejemplo de personas con dobles o malas intenciones.
Proverbios nos enseña que “engañosa es la gracia, y vana la hermosura; la mujer que teme a Jehová, ésa será alabada” (Pr. 31:30). La belleza, la simpatía y el encanto no sirven de nada si no va acompañado del conocimiento del Señor. Todo el capítulo 31 de Proverbios describe las características de una gran mujer entregada a Dios:

- de carácter noble.
- profunda.
- sabia.
- equilibrada.
- confiable.
- trabajadora.
- fiel al hombre y buena para con los demás.

Como señala el autor, ésta es la que vale infinitamente más que todas las piedras preciosas del mundo (cf. Pr. 31:10). Las características reseñadas son igualmente aplicables al hombre. Esos son los valores que permanecen de por vida. Si lo que te enamora es su belleza, lo divertido que resulta, su posición social, sus recursos económicos y su trabajo, estarás dejándote llevar por lo superficial. Un camino directo hacia la ruina.
Esto no significa que los miembros de la pareja deban ser clones espirituales. Como veremos en el apartado “Intransigentes” dentro del capítulo “Cuando el problema está en el soltero”, un concepto erróneo de lo que significa realmente la compatibilidad espiritual es lo que lleva a ciertas personas a rechazar a otras. En los temas fundamentales sí es importante tener el mismo punto de vista, y más teniendo en cuenta las extrañas corrientes que se han infiltrado en la Iglesia contemporánea. También en la moralidad, ya que hay muchos que son liberales en cuanto a temas como la homosexualidad o el aborto, algo incomprensible para un verdadero cristiano que tiene a la Biblia por norma de fe y conducta. Esto no significa estar de acuerdo en todos los temas secundarios. Como bien sabes, hay cuestiones doctrinales de las cuales casi nadie piensa de la misma manera, ni siquiera los más grandes teólogos. Aquí me refiero a la Soteriología, la Escatología y la Carismatología.
Luego, dentro de la libertad del cristiano respecto a su forma de ser, hay multitud de variantes. Están aquellos que son más efusivos y otros más sosegados. Unos dedican más tiempo a la lectura -sean también devocionales y estudios-, y otros menos. Unos hablan más de Dios y de Su Palabra, y otros menos. Unos tienen unos dones concretos para un ministerio determinado, siendo los de la pareja totalmente diferentes. Unos son expresivos orando y lo hacen en voz alta, y otros prefieren hacerlo en su interior. Unos son extraordinarios evangelizando por la calle y hablándole de Dios a desconocidos, y otros se sienten violentos haciendo esto pero se les da sensacional predicar en el trabajo a compañeros o personas con las que tiene un poco de confianza en un ambiente más íntimo. Cada creyente manifiesta de manera diferente su espiritualidad. Este tipo de diferencias hay que respetarlas y aceptarlas dentro de un marco consensuado para que la unidad espiritual no dependa de ello.
Por citar un ejemplo donde deberéis negociar: si uno quiere ser misionero y el otro servir en la iglesia local de su propia ciudad, entonces habrá que hablarlo seriamente antes de continuar con la relación, porque es evidente que ambos ministerios son incompatibles.
Si no se negocia y se trata de imponer, la guerra no tardará en aparecer. Surgirá el menosprecio y las comparaciones negativas. Comenzará una competición para ver quién es más espiritual. Uno de los dos ejercerá presión sobre el otro atosigándole –tanto con directas como con indirectas- y la parte derrotada terminará por sentirse condenada, como si no estuviera a la altura de las expectativas, y terminará experimentado un rencor que le alejará de su pareja, pudiendo llegar fácilmente a la ruptura. No pases por alto este asunto porque es fundamental, y concédele la valoración que se merece.

Las diferencias entre hombres y mujeres respecto al trabajo y el dinero
En segunda instancia, y aunque no sea un valor propiamente dicho, es importante conocer qué importancia le concede tu compañero al trabajo y al dinero –incluyendo lo material-, y qué pensamientos tiene al respecto. Aquí también hay muchos malentendidos entre ambos sexos porque vemos y sentimos la vida de manera distinta. El hombre considera muy importante su trabajo, en el cual suele encontrar su realización personal. Por el contrario, la mujer halla su verdadera satisfacción en las relaciones personales. Como siempre digo, esto es por norma general, pero no siempre es así. Conozco hombres cuya máxima satisfacción personal se encuentra en las relaciones humanas, entre los que me incluyo.
Digo esto sabiendo que hoy en día las cosas están cambiando por las exigencias a las que se ven sometidas las mujeres en el mundo laboral. La sociedad les ha hecho creer que, aparte de ser grandes mujeres en todos los ámbitos de la vida, deben ser excelentes profesionales. ¿Resultado?: estrés, estrés y más estrés, que puede sobrecargar y doblar el roble más fuerte.
De todo esto se desprende la importancia que el hombre le concede al dinero y a las posesiones materiales. En muchos casos, suele ser sinónimo de triunfo, conviertiéndose en buena parte del propósito de su vida. Se siente valorado cuando alcanza los logros que se había propuesto. Por eso en muchas ocasiones antepone el dinero y el éxito a las relaciones, cometiendo un grave error.
¿Qué deben aprender unos de otros? Por un lado, las mujeres entender la importancia que le otorga el hombre al trabajo y cómo repercute en su estado de ánimo. Por ejemplo, un hombre sin trabajo y sin dinero se siente francamente mal consigo mismo. Siente que no tiene nada que ofrecer a una compañera, empezando por la seguridad económica. Este detalle deben tenerlo en cuenta las mujeres que estén de pareja con un hombre en tales circunstancias y hacerle ver que su amor hacia él no depende de que tenga o no trabajo en ese momento. Por el contrario, deberá apoyarle y animarle, esperando que la situación cambie.
Por el otro lado, en la parte que le corresponde al hombre: escuchar atentamente lo que las mujeres cristianas y maduras dicen –tanto solteras como casadas-: prefieren tener menos y ganar más. Es decir, quieren menos lo material y quieren más de ti. Y si ganar menos supone ganar tiempo para disfrutar de la relación, que así sea. Quieren intimidad emocional. Luego, si vienen penurias económicas, esta intimidad será la base sobre la cual se sustenten mutuamente en los malos tiempos.
Entre aquello que debe el hombre aprender de las mujeres es que son más importantes las relaciones que los logros. En eso llevan años luz de ventaja al género masculino. Que no sea demasiado tarde cuando seas consciente de esto.
Aun así, no todo son piedras contra mi género. Ellos narran que muchas mujeres hablan de la importancia de la relación, pero luego no paran de quejarse de todo lo que no tienen: los muebles y el sillón que les gustaría, la ropa que no se pueden comprar, las salidas que se quedan sin hacer, aquellos sitios donde no pueden ir de vacaciones porque el dinero no les llega, etc. Y claro, el hombre recibe estas quejas en su mente y busca la solución como buen príncipe que quiere satisfacer en todo a su amada. ¿Cómo lo hace? De la manera que mejor sabe: trabajando más y más.
Si ellas quieren estrenar un vestido nuevo cada semana y viajar por todo el mundo una vez al año, les recomiendo encarecidamente que se casen con un Maharajá de la India, que suelen tener jets privados y diversos palacios residenciales. Exageraciones aparte, sí es cierto que el hombre guarda todo lo que oye y ve. Y, si las señales que recibe son de insatisfacción, se sentirá verdaderamente agobiado.
Por eso la mujer tiene que aprender a contentarse con lo que tienen en ese instante. Si su momento más emocionante de la semana es cuando va de compras, o su admiración por un hombre se debe a las posesiones materiales que él tiene, será una muestra de que no vive según los valores cristianos. La Palabra dice que “mejor es adquirir sabiduría que oro preciado” (Pr. 16:16) y que “de más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, y la buena fama más que la plata y el oro” (Pr. 22:1).

La mayordomía de la Biblia
Debe ser la Palabra de Dios la que nos guíe en todos los asuntos doctrinales, morales y éticos, y por supuesto también en los económicos. Y ella nos muestra lo que se conoce como “Mayordomía”, que consiste en el uso que hacemos de lo que Dios nos concede, sea mucho o poco, pero que le pertenece a Él: “Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos” (1 Cr. 29:11).
Esto se contrapone con la “Teología de la Pobreza” y la “Teología de la Prosperidad”; ninguna haya cabida en la Biblia. Por eso no comparto para nada lo que el psicólogo clínico cristiano Neil Clark Warren dice en su libro “Cómo hallar el amor de tu vida”: “Si dos personas [...] desean una casa grande, autos caros y viajes internacionales, ambos necesitan estar de acuerdo en el estilo de carrera que hará posibles estas ambiciones”. Sabiendo que el dinero en sí no es malo, sino el amor a él (cf. 1 Ti. 6:10), lo dicho por este autor no es un principio en el cual deba basarse en ningún caso una pareja cristiana. Una casa y un coche son necesidades básicas hoy en día, pero no una casa grande y coches de lujo. Eso entra dentro de la categoría de la avaricia: “No te afanes por hacerte rico; Sé prudente, y desiste” (Pr. 23:4). Jesús fue bien claro: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lc. 12:15). Y no hay mayor consejo que las palabras que el Espíritu Santo puso en el corazón de Pablo: “Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1 Ti. 6:6-8).
Esto no significa que el hombre y la mujer desatiendan la importancia de labrarse un futuro. ¡Claro que necesitan un plato de comida que llevarse a la boca! Y si puede ser un buen solomillo, mejor. De lo contrario, las consecuencias serán claras: “El perezoso no ara a causa del invierno; Pedirá, pues, en la siega, y no hallará” (Pr. 20:4). Pero, en esta plena vorágine de la sociedad de consumo, en la cual muchos se ven envueltos, solamente se trata de REDUCIR EL NIVEL DE VIDA PARA GANAR EN CALIDAD DE VIDA. En la sencillez está la clave.
Que ambos sexos sean equilibrados en esta área. Recuerda ese refrán que dice: “No es más feliz quien más tiene sino quien menos necesita”.

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* Prosigue en: 10.6.4. El conocimiento mutuo: ¿El noviazgo es el fin del tiempo para uno mismo y los amigos?  https://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2018/05/1064-el-noviazgo-es-el-fin-del-tiempo.html

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