martes, 5 de noviembre de 2013

Por qué este mundo no tiene solución: La raíz del problema



Hace unos días, un buen amigo al que considero íntegro como pocos, denunciaba en facebook la mezquindad de los políticos a raíz de la desbandada que hubo en el Congreso, en el que muchos votaron y salieron a la carrera sin esperar el resultado de la votación. Él expresaba su hartazgo, el mismo que yo siento al ver la falta de vergüenza de aquellos que nos gobiernan. A partir de ahí, comenzó una especie de debate en su muro sobre cómo solucionar el problema. Yo expresé mi idea de que todos los españoles votáramos en blanco en las próximas elecciones, pero dejaba claro que era una utopía. Pero tanto él como un amigo suyo me corrigieron acertadamente. El amigo dijo: “Más apropiado entiendo que es la abstención: no colaborar en absoluto con un sistema que nos trata como a animales domésticos”. Y mi amigo señalaba: “Votar en blanco es participar en el juego de quienes no quieren regenerar ni reformar la democracia para eternizarse en el palacio del bipartidismo. Hay que decirles que ya no nos engañan más, que queremos cambiar las reglas”. Mi idea se ajustaba más a la de ellos, pero el tecnicismo me perdió. Pero al final siempre votamos “al menos malo” o a aquel partido con el que compartimos algún principio básico, como puede ser que estemos en contra del aborto. Y yo volvía a preguntar en ese pequeño debate: “¿Y cuáles son las alternativas? Porque yo no las sé y como ciudadano uno se ve impotente. Manifestaciones, huelgas, etc.; parece que nada sirve, ni aquí, ni en Portugal, ni en Grecia ni en ningún sitio”. Más bien era una pregunta retórica, porque tengo claro el problema que hay de fondo, que es lo que quiero exponer a continuación y de lo cual ya he hablado en este mismo blog de distintas maneras.
El mundo no tiene solución. Tiene una soga al cuello que él mismo se puso y está herido de muerte. ¿Pesimista?: ¡Realista! ¿Incito a quedarnos de brazos cruzados?: ¡Ni mucho menos! ¿Quiénes conforman el mundo? Nosotros, los seres humanos. ¿Y qué hemos hecho los seres humanos? Establecer leyes. Y esas leyes constituyen principios éticos y morales que determinan el rumbo que sigue la sociedad. En función de esas normas establecidas, la sociedad va en una dirección u otra. Hay otras “leyes”, que no están registradas por escrito, que se observan en la vida cotidiana. Desde mitad del siglo XX vivimos en lo que hemos llamado la época “Postmodernista”, que tiene sus propios principios: niega a Dios; postula el hedonismo, el consumismo y el materialismo como opciones principales para la búsqueda de la felicidad; consiente una moral libre donde cada uno puede tener su propia opinión en todos los temas según crea conveniente, puesto que todo se considera relativo; etc. Como esa es la base que guía el mundo, las consecuencias han sido claras: Se permite a una mujer abortar; se legalizan los matrimonios homosexuales; se permite cierto tipo de drogas como el tabaco; se promueve el adulterio y la infidelidad por medio de las redes sociales; los divorcios son parte del día a día; etc. ¿Ha traído el “postmodernismo” la felicidad?: Miles de familias rotas, hijos con dos padres o dos madres, la muerte de millones de personas por el consumo de alcohol y drogas, enfermedades de transmisión sexual; adicción a las nuevas tecnologías como los videojuegos; consumismo de pornografía; etc.
Los intelectuales ya avisaron de las consecuencias de establecer estos “principios”. Pero esto es lo que tenemos. Otros no se dejan llevar por estas ideas, y abogan por un nuevo movimiento “Modernista”, donde la educación y la resolución de los males sociales sean sus objetivos principales. Siendo preferible el segundo, y pudiendo hacer mucho bien en inmensidad de áreas, ambas están condenadas al fracaso.
Omitiendo los calificativos que usó (que rebosaban odio y desprecio por doquier), mi sobrino “postmodernista”, que apenas sobrepasa los veinte años, habló en contra de los políticos tras una entrevista que le pasé de Arturo Pérez-Reverte donde hablaba de los males de la sociedad, indicando que no había solución. Mi sobrino dijo varias cosas, pero por destacar dos de ellas: señaló que votaría a quien le dijera algo diferente y que creer en Dios en pleno siglo XXI es como creer en los reyes magos o en el ratoncito Pérez. Su discurso es el mismo que se escucha alrededor del mundo: “Ideas nuevas” + “Eliminar a Dios”.  Lo fácil es echarle siempre la culpa a los demás, y así nos va. Cree ingenuamente que hay ideas que pueden cambiarnos, al mismo tiempo que se ha creído que el hombre viene del mono y que el Universo y todo lo que hay en él se hizo solo porque así se lo han vendido. Eso si, no se ha molestado en leer ni un solo libro donde se explica la imposibilidad de la macroevolución. Y ni de lejos se acerca a mi blog. ¿Por qué? Como le contesté: “Porque no interesa. Es mejor seguir viviendo como a uno le da la gana, viviendo para sí mismo, para los hobbies, para la diversión, para las botellonas, para el libertinaje, para el placer, para el materialismo y todo el ´ego-yoyo` que exista. Esta es la sociedad postmodernista que habéis creado”. Y concluí: “¡Y lo que me queda por ver!”. Para mi tristeza, añado.
¿Ideas nuevas? Podemos, y en eso sí estoy de acuerdo, mejorar la educación. Debemos ayudar a los más desfavorecidos. Debemos inculcar el respeto a todas las razas que habitan este planeta. Debemos expulsar a los políticos que usan sus cargos para enriquecerse. Podemos y debemos hacer mucho.
Pero todo esto que vemos a nuestro alrededor son síntomas, no la enfermedad en sí. El problema principal no viene de afuera, sino de adentro, del corazón humano. La idea expresada por Pablo no puede negarla ni el mayor de los ateos: “Hallo esta ley: que el mal está en mí” (Romanos 7:21). Ese “mal” que habita en nosotros nos conduce, queriendo en algunas ocasiones y sin querer en otras muchas, a mentir, a juzgar, a menospreciar, a mirar por encima del hombro, a ser chismoso, a odiar, a llenarnos de amargura, a ser desagradecidos, y una lista que prácticamente no tiene fin. Esa es la raíz del problema. Esa es la enfermedad. Aunque establezcamos leyes justas y buenas, aunque todos los corruptos estuvieran en la cárcel, aunque el pleno empleo fuera realidad en todo el mundo, aunque se impusiera la paz en todo el planeta, aunque ni una sola persona pasara hambre y todos tuvieran casa propia, ese “mal” seguirá en nosotros, en toda la humanidad. A los que creen que eso se mitigará, siento recordarle las palabras de Pablo: “Los malos hombres y los engañadores irán de mal en peor” (1 Timoteo 3:13). ¿Cómo son y cómo serán?: “Hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios” (1 Timoteo 3:2-4). ¿Te suena? Puro “Postmodernismo”.
Basta con que veas un capítulo de “Médico de Familia” y a continuación uno de “Aquí no hay quien viva”. Observa la ética. Observa la manera en que hablan. Observa cómo visten. Observa el sentido del humor. Observa los principios por los que se mueven. Observa y te darás cuenta de las diferencias y entenderás de lo que hablo. La juventud de hoy a llegado a un extremo en que no sabe diferenciar el bien del mal. Cuando les advierto, me dicen: "No seas anticuado. Es que el mundo es así hoy en día".
¿Cuándo acabarán las guerras, la corrupción, el hambre, las enfermedades, y todo lo demás que forma parte del “paisaje” de este mundo? Cuando Cristo regrese. Sé cómo suena, pero basta este dato concreto: en la Biblia hay más de 300 profecías que anunciaron que vendría por primera vez como “siervo sufriente”. Se cumplieron todas y cada una de ellas. De igual manera, hay más de 300 que anuncian su venida por segunda vez para establecer Su Reino. ¿Qué ocurrirá entonces?: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo [...] Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mateo 25:31-33, 41). En definitiva: “E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (vr. 46). Los que hayan creído en Jesús como Señor y Salvador pasarán la eternidad en esos cielos y tierra nueva que Dios tiene preparado (Apocalipsis 21). Los que hayan creído en el “postmodernista ratoncito Pérez” y hayan vivido como les haya placido, al castigo eterno.
Puede que todo esto lo vea estando yo en vida o puede que no. Puede que tenga que “gustar” la muerte o puede que no. No lo sé. Pero lo que es seguro es que este mundo no tiene solución, y que hasta que Aquel que lo creó no ponga cada cosa en su sitio, nada cambiará en esencia.

P.d: Si eres de los que no sabe qué hacer con ese “mal” que anida en ti y quieres reflexionar un poco, te recomendaría que leyeras esto: 











1 comentario:

  1. Muy interesanters consideraciones. A propósito de lo del ratoncito perez y los Reyes Magos, adjunto un artículo que me piedieron unos amigos musulmanes para su web en español (sobre la existencia de Dios o el azar para justificar la existencia del mundo):
    http://www.webislam.com/articulos/37262-la_cosmologia_fisica_moderna_apunta_hacia_la_existencia_de_dios.html

    ResponderEliminar