jueves, 10 de septiembre de 2015

7.4. La sexualidad del soltero cristiano: Sanidad & Hábitos y concupiscencias



Venimos de aquí: Origen y desarrollo del deseo sexual & Lujuria y pornografía http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/08/origen-y-desarrollo-del-deseo-sexual.html

De manera sumamente realista, comprobamos el problema que se le presenta al ser humano si el descubrimiento de la sexualidad no se enfoca correctamente, sumado a la lujuria y a las distintas ofertas que ofrece la sociedad (como es la pornografía), que saca a relucir lo peor de hombres y mujeres, y las diversas heridas emocionales que todo esto puede ocultar.

La sanidad
Todos aquellos que son adictos a algún tipo de pornografía de las que vimos, deben ir a la raíz del dolor: ¿Qué se esconde debajo del caparazón externo? ¿Cuáles son los verdaderos deseos del corazón? ¿Qué motivó las heridas (soledad, aislamiento, rechazo, inseguridades, falta de estima propia, codependencia, aburrimiento, egoísmo, necesidades emocionales no satisfechas, etc.)? Responder a estas preguntas será el primer paso para sanar el corazón. Como dice Shannon Ethridge, pregúntate “quienes son los rostros que están en nuestras fantasías, qué papeles desempeñan, qué papeles desempeñamos nosotros, qué emociones principales suscitan esas fantasías, y por qué, qué acontecimiento en nuestra historia creó la necesidad de experimentar tal emoción, cómo medica esa fantasía el dolor emocional de nuestro pasado o nuestro presente [...] qué tipos de imágenes encienden tu fuego lo quieras o no, cuándo sientes la necesidad/deseo de estimularte sexualmente, cuáles son algunas de las imágenes mentales en las que sabes que siempre puedes confiar para lograr esa meta”[1].  
Mientras que estas heridas no sean sanadas, estas personas seguirán sintiéndose atraídos por diversas adicciones y serán esclavos de ellas, cuando Cristo nos llamó a todos “a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8:21).
Por todo lo que hemos visto, podemos distinguir y diferenciar perfectamente el motivo por el cual el placer solitario se hacía presente en la adolescencia (descubrimiento y exploración) y cuáles las causas en la vida adulta (deseos físicos, emocionales y sentimentales no satisfechos o evasión de la realidad ante los problemas, que pueden conducir a la lujuria y a las pasiones más bajas).

¿Qué pueden hacer los solteros cristianos?
El problema para los solteros cristianos es qué hacer con esa sensualidad, con ese aspecto sensorial y con esos deseos que habitan en ellos. Tienen que ponerle remedio o se verán envueltos en la lujuria, en mayor o en menos medida, de una manera u otra. La solución no es la que llevó a cabo erróneamente Orígenes (teólogo, maestro y célebre escritor cristiano del s. II y III). Malentendiendo las palabras de Jesús sobre hacerse eunuco, se cortó lo que no debería haber cortado jamás. Seguro que entiendes a qué me estoy refiriendo... Tiempo después comprendió que era un error; pero claro, ya era demasiado tarde...
Seamos brutalmente honestos: el cristiano debe aceptar que la sexualidad está reservada para el matrimonio, ni antes ni fuera de él. Aquí no hay medias tintas. Mientras tanto, se llegue a cambiar o no de estado civil, únicamente quedan dos alternativas:

1. Controlar ese deseo: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).
Como nuevamente muestra Shannon Ethridge: “Somos seres sexuales. Desde la cuna hasta la tumba. Sencillamente no podemos escapar a esta realidad. Sin embargo, algunas personas lo siguen intentado, y otras podrían incluso tener éxito hasta cierto grado. [...] Pero solamente porque no deberíamos o no podemos apagar por completo nuestros pensamientos sexuales no significa que tengamos derecho a dejarlos encendidos a toda velocidad, ´expresarlos` según nuestro capricho y llevar a otros a relaciones sexuales disfuncionales con nosotros. La Biblia dice claramente que el acto de intimidad sexual fue diseñado estrictamente para el lecho matrimonial. Si no estamos casados, seguimos siendo seres sexuales, sencillamente no somos sexualmente activos. Al menos así es como debe funcionar segun el plan perfecto de Dios. Por tanto, una alternativa a la represión sexual para las personas solteras es la sublimación, definida como ´el desvio de la energía de un impulso sexual u otro impulso biológico de su meta inmediata a otra de naturaleza o uso social, moral o estético más aceptable”. En otras palabras, canalizar esa misma energía hacia la pintura, la escritura, la danza, la canción u otro pasatiempo o plan más saludable. Algunas de las mayores obras de arte, libros y canciones han nacido sencillamente porque quien las originó estaba subliminando sus pasiones sexuales en lugar de expresarlas”.
En el capítulo titulado ¡Vive!, trataremos exténsamente cómo enfocar nuestras vidas en otras áreas sanas y disfrutables.

2.  Llenar nuestra vida de Dios y de algunos amigos íntimos para satisfacer las necesidad emocionales y espirituales que tenemos de comunión con nuestro Creador y nuestros semejantes, como vimos en los capítulos que le dedicamos al respecto:

* Los solteros se preguntan: ¿Dónde están los amigos? Un problema de peso:
* Una amistad verdadera:
* La soledad y Dios:

Esos tres apartados son fundamentales. Si quieres sanidad y una nueva vida, no los pases por alto. Mientras tanto, todo seguirá igual. ¡De ti depende!

Los hábitos y la concupiscencia
Cuando un pensamiento o una acción se repiten con asiduidad, se convierte en un hábito. Existen hábitos saludables, como el de lavarse los dientes después de cada comida. Como dice John MacArthur: “Los hábitos son maneras de vivir adquiridos. Se forma un hábito cuando se hace una cosa repetidamente hasta que llega ser un patrón. Los hábitos pueden ser acciones, actitudes o modos de pensar que se han arraigado hasta llegar a ser una segunda naturaleza en nosotros. Hebreos 5:14, por ejemplo, habla de personas ´que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal` y 2 Pedro 2:14 dice que los falsos maestros ´tienen el corazón habituado a la codicia”.
Por eso, un mal hábito que va en contra de los mandamientos de Dios se convierte en pecado. Y en el tema de la sexualidad que estamos tratando exactamente igual. La lujuria es un “vicio consistente en el uso ilícito o en el apetito desordenado de los deleites carnales”. De por sí, el apetito no es malo como hemos dejado bien claro. Lo que traza la línea entre el bien y el mal es el uso que demos a esos apetitos. Y cuando alguien se deja arrastrar profanamente por ellos, cae en malos hábitos, independientemente de que esté casado o soltero.
Para ese hábito desordenado la Biblia usa el término concupiscencia. Palabra extraña. Nunca la he escuchado en ninguna película ni leído en ningún periódico. Nunca nadie ha insultado a otro diciéndole: “¡Eres un concupiscente!”. Sin embargo, la usan Pablo, Pedro y Santiago. Me voy a centrar en este último porque le concede mucha importancia. Él dice: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (Santiago 1:13-15).
Algunos culpan de sus prácticas pecaminosas al diablo y lo reprenden una y otra vez, semana tras semana, hasta el punto de llevar a cabo auténticos rituales surrealistas, una versión casi cómica de la película El exorcista. Únicamente les falta el agua bendita y un sacerdote invocando a todos los santos y vírgenes del folclore popular. Sin necesidad de parafernalias, Jesús identificó de dónde provienen estos deseos: “Del corazón” (Mateo 15:19).
El hecho de que sientas un deseo sexual no es sinónimo de pecar. Siempre y cuando no te dejes llevar por esos deseos, el pecado no existe. El pecado sólo es pecado cuando se consuma la tentación, fruto de la propia debilidad. La misma palabra concupiscencia nos lo aclara: Viene del griego epithumia, y denota un intenso deseo de cualquier tipo. Son los frutos prohibidos y codiciados por el alma. El deseo en sí no tiene que ser malo. Ahora bien, cuando Santiago se refiere a las concupiscencias está haciendo alusión a “los apetitos o hábitos desordenados del alma”.
En general, vienen a ser aquellas debilidades morales que, por causa de la naturaleza caída y la práctica del pecado, antes o después de la conversión, se han convertido en puntos débiles. Te pondré un ejemplo para que lo entiendas. Veamos esta historia:

“Supongamos que tu mejor amigo tiene un problema. Es cleptómano. Ya lo han sorprendido dos veces y registrado una. Hoy estás de tiendas con él y de momento notas que está sudando. Él te admite avergonzado que cada momento siente una gran tentación de robar. Admite que cada segundo libra una desesperada batalla por no robar todo lo que tiene a la vista. Y si no sale de allí, va a tener un problema terrible. ¿Qué sucedió? Ambos mirasteis las mismas cosas. Nada te tentó a ti y todo lo tentó a él.
Pero después todo cambia. Tres semanas más tarde ambos estáis juntos en una conferencia de negocios al otro lado del país. Esa noche, en tu habitación, eres tu quien suda. Te prometiste a ti mismo que no volverías a ver esas películas pornográficas otra vez. Pero no puedes irte a dormir. Son las dos de la madrugada y no te han hecho efecto ni una ducha fría ni las píldoras para dormir. Tu amigo cleptómano está en la habitación de al lado profundamente dormido y no le echó ni una mirada al televisor; y ahí estás tú, acercando la mano poquito a poco al mando del televisor. Todavía no has cedido, pero la tentación es enorme”[2].

Quizá crees que no puedes evitarlo. Puede que hayas llegado a un extremo en el que has llenado tu mente de argumentos racionales para justificarte: “No lo puedo resistir”, “No es para tanto”, “¿Qué importancia tiene?”, “Todo el mundo lo hace”, “¿Qué malo tiene ver algo que me hace sentir placer?”, etc. Pero Dios enseña justo lo opuesto, como le dijo a Caín: “El pecado está a la puerta; con todo esto, a ti será su deseo, y tú te enseñorearás de él” (Génesis 4:7). Sí, el pecado puede estar delante de ti, pero puedes sujetarlo y no someterte a él. La afirmación es contundente: Tú te enseñorearás de él, y no al revés.
Destierra de tu lenguaje ese tipo de expresiones y aprópiate de lo que enseña la Palabra: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar” (1 Corintios 10:13).

* En el siguiente enlace está el índice:

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* Prosigue en:
7.5. La sexualidad del soltero cristiano: Un muro contra la lujuria:
http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/09/75-un-muro-contra-la-lujuria.html 


[1] Ethridge, Shannon. La falacia de grey. Nelson.
[2] Wilkinson, Bruce.  La verdad acerca de la tentación. Unilit.

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