miércoles, 27 de enero de 2016

8.2. La réplica a la sociedad




 

Con todo lo que vimos en la primera parte, vuelvo a recalcar que todo eso debe ser algo complementario al resto de áreas de nuestra vida. Si pones en práctica todo lo que vimos en ese final (lo referente a las endorfinas) pero no tienes comunión con Dios ni vives para Él, todo carecerá de sentido y destacará por estar vacío. Volverás a creer que la solución para llenar tu ser interior es la ociosidad y estarás muy lejos de encontrar el propósito real a tu vida. ¿Qué fruto obtendrá tu espíritu si te limitas a vivir para que tu sistema nervioso fabrique endorfinas? La verdad, ninguno.

¿Esclavos del sistema?
Hay una pregunta que todos nos hicimos un millón de veces en la edad infantil y en la adolescencia: “¿Qué quiero ser de mayor?”. Solíamos responder a esta cuestión de maneras muy diversas. La imaginación tomaba el poder y se desbordaba: astronauta, futbolista, Superman, amigo de ET, Luke Skywalker, escritor, torero, descubridor de tesoros marinos, pirata, viajero en el tiempo, piloto de Fórmula 1, actor de cine, etc. Una lista prácticamente ilimitada y en muchos casos absurda.
La realidad es que muchos se hicieron adultos y terminaron trabajando en lo que pudieron y en aquello que la vida les ofreció, puesto que no pudieron estudiar por diversas circunstancias o porque las condiciones socioeconómicas de sus países les condicionaron dada la precariedad laboral[1]. Otros, en el presente, siguen intentando alcanzar lo que un día se propusieron.  
Muchos cayeron en el embudo y la vorágine de la vida, olvidándose de luchar por aquello que el corazón deseó una vez y que, en cierta manera, está reprimido en ellos. Así cayeron en la desmotivación. Se convertieron en la viva descripción que hace ese viejo anuncio de televisión sobre las cucarachas: nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. Sin entusiasmo ni ilusión.
Todo esto me recuerda a Z, la hormiga protagonista de la película de animación Hormigaz, quién describe su sentir en una conversación con su psiquiatra, expresando sus frustraciones existenciales:

-       “Toda mi vida he vivido y trabajado en la gran ciudad. Lo que, ahora que lo pienso, es muy curioso, porque siempre me he sentido incómodo entre multitudes. En serio, me angustian los espacios cerrados y hacen que me sienta vigilado. Bueno, siempre me he dicho a mí mismo que debe de haber algo mejor en algún sitio, pero tal vez piense demasiado... cuando eres el hijo mediano de una familia de 5 millones nadie te presta atención. Claro, es imposible. Siempre he tenido un complejo de abandono insuperable. Del trabajo, mejor no hablar, me pone enfermo. Yo no estoy hecho para el trabajo, eso se lo aseguro. Me siento físicamente inadecuado y en toda mi vida no he podido levantar diez veces mi peso corporal y si lo pienso bien, manipular tierra es algo ¡argh! No es mi idea de una carrera con porvenir y ese concepto del superorganismo no lo entiendo; lo intento pero no lo capto. ¿En qué consiste? Se supone que todo es por la colonia, ¿y mis necesidades? ¿Qué pasa conmigo? Necesito creer que hay un sitio ahí fuera mejor que este. De otro modo, me pondría a llorar. Esta superorganización te hace sentir insignificante”.
-       “Has progresado mucho”.
-       “¿Por qué?”.
-       “Porque eres insignificante”.

Muchos seres humanos (incluyendo a infinidad de cristianos, sean solteros o casados), tienen los mismos pensamientos. Sienten que son un número más, una parte del engranaje de la sociedad que únicamente se preocupa por el empleo, por las necesidades superficiales, instintivas y ociosas, pero no por las profundas del alma. Y, como Z, dicen: “¿Cómo voy a alegrarme de ser una pieza del engranaje de la maquinaria?”. Él está en desacuerdo con esta visión simplista de la vida y describe a los que le rodean como zombis sin cerebro capitulando ante la opresión del sistema. Así que comienza a cambiar: “Estoy improvisando. ¿Porqué tenemos que ser todos del mismo modo?”[2].

La contracultura bíblica
Parece que Z leyó las palabras de Pablo: “No os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto” (Romanos 12:2; LBLA). Todas las traducciones contienen la misma idea:

-       “No vivan ya según los criterios del tiempo presente” (DHH).
-       “No se amolden al mundo actual” (NVI).
-       “No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo” (NTV).
-       “No vivan según el modelo de este mundo” (PDT).
-       “No os conforméis a este siglo” (RV60).
-       “No vivan ya como vive todo el mundo” (TLA).

Nada de esto significa que no podamos disfrutar de los aspectos buenos de la vida y que Dios nos regala, como vimos en el apartado anterior. Tampoco quiere decir que no haya que luchar por el trabajo que deseamos. Los “tiros” no van por ahí. Haciendo una paráfrasis, el Señor nos está queriendo decir por medio de Pablo: “No se dejen moldear por los valores de la sociedad en la cual viven. Cambiad vuestro ser interior, empezando por los pensamientos, y que éstos se reflejen en vuestra manera de vivir y de sentir. De esta manera, podrán experimentar por sí mismos lo perfecta que es Mi voluntad. Sabrán que es el mayor bien de todos, y por lo tanto hallarán cuán agradable es”.
Como ya vimos en “Encarando el sentimiento de fracaso: El concepto de éxito” (http://usatumenteparapensar.blogspot.com.es/2015/04/encarando-el-sentimiento-de-fracaso-el.html), el sistema establecido en este mundo del que formamos parte nos marca una serie de pautas sobre lo que significa ser una persona de éxito. Vivimos en la “Era” conocida como “Postmodernista”, que se caracteriza por ser la cuna de:

-  La sociedad atea, que reniega de Dios o directamente niega su existencia.
- La sociedad materialista y de consumo, en la cual lo valioso es tener y poseer en función de nuestra capacidad adquisitiva.
- La sociedad hedonista y del ocio, donde la búsqueda del placer y la diversión se convierten en la máxima prioridad.
- El culto al físico, por lo cual se nos mide (y nos medimos) en función de nuestra apariencia externa.
- La pluralidad religiosa, con un extenso catálogo de diversas filosofías y múltiples religiones a las que podemos “suscribirnos”[3].

Sin embargo, para Dios todo eso es erróneo. Sencillamente, no es la manera en que Él piensa. Esta fábula te hará reflexionar sobre la manera en la que Dios puede utilizar grandemente a personas que aparentemente no destacan ante la sociedad secular, siendo tú uno de ellos:

Memorándum:
Para, Jesús, hijo de José, taller de carpintería Nazaret. De: consultoría Jordán, Jerusalén.
Estimado Señor: muchas gracias por enviarnos los currículum de las doce personas que ha seleccionado para que ocupen los cargos de gestión de su nueva organización. A todos ellos les hemos aplicado nuestro sistema de selección; hemos cotejado los resultados con nuestra base de datos y también han tenido una entrevista personal con nuestros psicólogos y asesores laborales. Todos hemos llegado a la conclusión de que sus candidatos no tienen el trasfondo necesario, no cumplen los requisitos académicos ni tienen las aptitudes ni la vocación necesarios para formar parte de la empresa que usted quiere iniciar. No entienden el concepto de equipo. Le aconsejamos que continúe buscando personas que puedan probar su experiencia y eficacia en el campo de la administración. Simón Pedro es emocionalmente inestable, y de temperamento fuerte y rebelde. Andrés no tiene ninguna cualidad para el liderazgo. Los dos hermanos, Jacobo y Juan, los hijos de Zebedeo, anteponen sus propios intereses a la lealtad. Tomás es muy escéptico, y su tendencia a cuestionar las cosas puede desanimar al resto. En cuanto a Mateo, tenemos la obligación de comunicarle que las autoridades financieras de Jerusalén le han abierto un expediente. Tadeo y Jacobo, el hijo de Alfeo, han presentado en varias ocasiones conductas radicales y trastornos maniaco depresivos. Sin embargo, uno de los candidatos parece tener cierto potencial. Tiene habilidades sociales y una mente apta para los negocios. También tiene contacto con altos cargos. Tiene mucha motivación, ambición y es responsable. Le recomendamos a Judas Iscariote como director de la administración de su empresa, y como su mano derecha. Todos los demás candidatos quedan, a nuestro parecer, descartados. Le deseamos lo mejor en su nueva empresa.
Atentamente consultoría Jordán[4].

A los ojos del mundo, ninguno de los discípulos de Jesús era válido. Sin embargo, Él los usó –a pesar de sus defectos- para anunciar la mayor revolución de la historia.
Para comprobar todo esto y observar que Él no nos valora según el estatus social, basta con leer las Bienaventuranzas (cf. Mateo 5:1-12). De ahí que Pablo dijera: Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios” (1 Corintios 3:18-19). La vida no puede reducirse a estudiar una carrera, lograr un trabajo, tener el cuerpo soñado, comprar un coche, una casa, poseer la última tecnología y disfrutar de buenos momentos. No podemos ser como las cucarachas antes citadas, como si toda nuestra vida estuviera programada desde que nacimos hasta el día de nuestra muerte.

Un proyecto de vida
Hoy en día existen incontables libros que tratan sobre cómo alcanzar tus sueños. Incluso el cristianismo ha caído en su influjo. Es triste entrar en una librería cristiana y ver los estantes llenos de títulos que prometen el éxito. Ahí se comprueba cómo el humanismo se ha infiltrado con algunas de sus ideas, aunque se camufle bajo versículos bíblicos, citas hermosas o historias grandilocuentes. El problema reside en que algunos sueños se pueden convertir en verdaderos ídolos en nuestras vidas, donde se busca la propia gloria, la fama y el reconocimiento de las masas. Por eso no tenemos que olvidar que todo deseo que queramos alcanzar deber tener un propósito principal: darle la gloria a Dios (cf. Salmo 115:1), puesto que “todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los hice” (Isaías 43:7). Como apuntala Pablo: Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís (Colosenses 3:23-24).
¿La manera práctica de vivir para Dios, sean cuales sean las circunstancias de nuestra vida, tengamos o no trabajo, seamos pobres o ricos, tengamos esposa o no, estemos en un lugar u otro?: Llevando a cabo la obra de Dios en la tierra, según los dones que nos ha dado (cf. 1 Corintios 12:12).
Estoy en contra del Humanismo –donde el centro del Universo es el ser humano y cuya vida gira en torno a uno mismo-, pero sí estoy de acuerdo en buena parte con las siguientes palabras de dos de los humanistas más conocidos de la historia. Uno de ellos, Abraham Maslow, dijo: “Un músico debe hacer música, un pintor debe pintar, un poeta debe escribir”. Y el otro, Nietzsche: “Sé lo que eres”. No me refiero a la autorrealización en el sentido al que alude Maslow, pero sí digo que nuestro proyecto de vida debe versar sobre el plan de Dios. Ambas frases son válidas si se ponen en la perspectiva bíblica. En ese sentido, cobran vida las palabras de Pablo: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10).
Cito una lista genérica que he repetido en varias ocasiones y sobre la cual –a título personal- se debe reflexionar sobre cómo llevarla a cabo:

-       Predicando el evangelio (cf. Marcos 16:15).
-     Ayudando a los pobres, visitando a los huérfanos, a las viudas y a los presos (cf. Gálatas 2:10; Santiago 1:27; Hebreos 13:3).
-       Restaurando al hermano que ha caído (cf. Gálatas 6:1).
-       Alentando al de poco ánimo y sosteniendo al débil (cf. 1 Tesalonicenses 5:14).
-      Ayudando a otros hermanos en sus cargas, sean espirituales, físicas (enfermedades), emocionales o sentimentales (cf. Gálatas 6:2).
-       Serviendo con amor a los hermanos en la fe (cf. Gálatas 6:10; Hebreos 6:10).
-       Dando en lugar de esperar recibir (cf. Hechos 20:35).
-       Siendo un pequeño pacificador allí donde haya conflictos (cf. Mateo 5:9).
-       Usando los dones que Dios nos ha dado (cf. Romanos 12:6-8).
-       Siendo gentil y hospitalario (cf. Filipenses 4:5; Romanos 12:13).
-     Bendiciendo al que nos maldiga, no pagando mal por mal y amando al enemigo (cf. Romanos 12:14, 17; Mateo 5:44).
-       Honrando a nuestros padres (cf. Efesios 6:2).
-    Viviendo en paz con todo el mundo, siempre y cuando sea posible (cf. Romanos 12:18).
-     Orando por toda alma viviente, sean ateos, agnósticos o miembros de otras religiones (cf. 1 Tesalonicenses 5:17). 
-   Ayudando económicamente en la medida de las posibilidades y según nos haya prosperado el Señor (cf. 1 Corintios 16:2).
-    Dando testimonio de tu fe, especialmente en las pruebas, y que el fruto del Espíritu sea real (cf. 1 Pedro 3:15).

Todo se condensa en amar a Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo (cf. Mateo 22:37-40).
Que nadie piense que le estoy queriendo decir que todos aquellos que tienen trabajos monótonos que los abandonen. Separar lo eclesial con lo que no lo es conduce a una doble vida. En todas partes (y eso incluye el trabajo) hay que ser igualmente íntegro, honorable, y hacerlo lo mejor que esté en nuestras manos. Así lo enseña Pablo: “Que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros negocios, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera” (1 Tesalonicenses 4:11-12). Es otra manera más de darle la gloria a Dios y ser de testimonio.
Puede que a un voluntario que ayuda a los ancianos nadie lo valore, que una madre que se entrega a sus hijos con pasión no sea reconocida, que una señora mayor que predica el Evangelio a sus vecinos no sea famosa entre las multitudes, que una persona que ofrece parte de su sueldo a una organización benéfica pase desapercibida, y que alguien que dedica buena parte de su tiempo libre a atender a quienes le rodean nunca reciba un premio, pero todos ellos están llevando a cabo la obra de Dios en la tierra y serán recompensados cuando estén en Su presencia. Como señala Enrique Rojas: “A la hora de la muerte los titulos y los honores desaparecen, la riqueza no sirve para nada, el prestigio es muy relativo, y lo único que quedan son las huellas del amor que hayamos dejado en el testimonio de nuestras vidas”[5].
Que todos nosotros podamos decir como Jesús: “Hágase tu voluntad” (Mateo 6:10).  

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[1] http://www.larazon.es/sociedad/solo-el-6-trabaja-en-lo-que-sono-de-nino-FE7886986#.Ttt1F7qYYMZaTtA Solo un seis por ciento de las personas terminan trabajando en lo que soñaron de niños, según un estudio de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) junto a la London School of Economics.
[2] En la película original se emplea el verbo “bailar”. Lo he sustituido por el de “ser”, que encaja igualmente con la idea que Z transmite y yo quiero reflejar. 
[4] Orden, Gregory J. Discipulado que transforma: El modelo de Jesús. Clie, pág. 82-83.
[5] Citado en Tu matrimonio sí importa. Juan Varela & M. Mar. Clie, pág. 259.


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